Menino by Yo-Yo Ma on Grooveshark

sábado, 29 de septiembre de 2012

CIERRO LOS OJOS







 CIERRO LOS OJOS














¿Qué es ser feliz? Cierro los ojos, me quiero dormir, estoy a punto de ello, pero cierro los ojos y pasa la vida por delante, toda junta, de golpe, es como que toda ella en su enorme grosor se hubiese hecho liviana y entiendo de qué se trata, puedo moverla de una patada imaginaria y lanzarla hacia allí, como aquella pelota de colores chillones, veo también la pelota con la misma presencia que cuando la tuve en las manos y fue sorprendente, una pelota tonta de plástico nueva capaz de producirme semejante entusiasmo.

Y además veo con qué facilidad extraña se han cambiado las palabras de sitio y con ellas se fueron borrando, eliminando, las cosas que conocí. Era tan fácil la pelota como lo era buscar un pantalón y salir a la calle, como lo era llamarte para que te enteraras de que te estaba llamando o decir no o preguntar la hora; ahora es pasado, ahora es difícil decir: ¿qué hora es? Y no están nunca las horas en los relojes ni están en ninguna parte, son como complejos encaramados de arena que se mueven por el espacio y se borran las casas, me borro yo, se ha borrado mi abuelo, están desaparecidos los picaportes con los que abría la puerta y salía a desayunar y entraba a la mañana.










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miércoles, 5 de septiembre de 2012

EN LAS ESCALINATAS






EN LAS ESCALINATAS














El 14 de septiembre, a las 21,15h ya era casi de noche. Alrededor del lago hay mucha gente: unos están sentados en bancos, otros pasean, algunos en bicicleta; hay varias terrazas. Algunas veces los olores viejos son como un viento que renueva el presente, no puede ser en la fuente ni en las terrazas ni puede ser donde ayer, no se me ocurre mejor lugar que las escalinatas. Minutos antes de decidir, me cruzo con una pandilla y me llama la atención una chica que lleva puesto un short rosa casi chillón; va la primera como quien se dirige a algún sitio decidida y los demás la siguen, me resulta curioso que a esas horas, un martes, alguien vaya deprisa y tan campante a la vez, No me ha contado nadie jamás ese tipo de cosas que suelo ver en la gente con tanta facilidad, no puedo nunca, por tanto, estar segura de si en verdad se parecen a como lo imagino, hay permanentemente entre ellos y yo una barrera que me empuja hacia la penumbra para tratar de reconocer tantos presentes; en este caso me giro para observar a los chicos que la acompañan y me despido de ellos con la impresión de que, realmente, los chicos son otra cosa: ellos simplemente la siguen metidos en su papel.


En las escalinatas tampoco encuentro mi lugar: entran y salen del escenario tanta diversidad de finales que no me puedo fiar de ninguno, ha habido estafa y no consigo olvidar aquellos años y aquellos otros, larguísimos como siglos, dando vueltas en círculo para desembocar en el principio ahora difuminado en el anochecer. A mi derecha hay un corro de chicas hablando con convicción, me gustaría decirlas que es posible que, cuando ya ni se vuelvan a ver, será cuando más comprendan la maravilla del ritual de reunirse para decir cosas intrascendentes. Esas escalinatas pueden llegar a ser un hermoso poema, más nada es comparable a esas piedras ya casi en sombra repletas de corros con los patos al fondo y el agua casi picada, rodeadas de calles por las que circulan coches tal como si en un concierto alguien los dispusiese a modo de voz de fondo. Se empiezan a iluminar las farolas, tímidamente, todavía queda un hilo de luz y yo regreso a mi casa tan errante como salí.










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